No me preguntéis qué hacía Antonio hace 5 años antes de abrir la taberna en la calle Luisa Fernanda. Esa que bautizó con el nombre de su pueblo.
No queráis saber cómo puede dar de comer él solo a 30 personas cada día.
No sé si la decoración es suya, pero me encanta, ni cómo hace la salsa de sus extraordinarias albóndigas con trufa y boletus.
Tampoco me he atrevido a preguntarle dónde ha aprendido a hacer el arroz picante -con boquerones y en paella- que acompaña el chardonnay orgánico que te sirve cuando le pides un blanco diferente y ecológico.
No he podido averiguar quien conserva en la orza el lomo que rocía obscenamente, deduzco que con Picual del Jaén donde probablemente nació pero de la que no se trajo el acento jienense…
También me he quedado con las ganas de conocer el origen de las alcachofas en flor que sirve, nuevamente, con un AOVE en el que he hecho barquitos… el pan de fermentación larga me lo pedía a gritos… Parece que acabara de exprimir la aceituna verde de los olivos próximos al pueblo que reivindica a través de otros platos que volveré a probar otro día. Cómo sabrá el picadillo ubetense?
No me preguntéis por qué no he hecho las preguntas de rigor para informaros como merecéis.
No os preguntéis nada y si estáis por Princesa, entrad al diminuto y coqueto dominio de Antonio.
Os dará de comer eso que estáis deseando. Pagaréis lo justo. El apretón de manos de despedida os dejará buen sabor en el alma.
Si tenéis la suerte de compartir mesa o barra con un amigo como Miguel Ángel García la experiencia #ÚbedabyAntonio será difícil que la olvidéis.